Thursday, June 5, 2008

Alaska, día 4: más allá del Círculo Polar Ártico, donde sólo unos pocos se adentran

Martes 27 de Mayo

El martes fue un día completito. Tras desayunar en el hotel, nos fuimos al… ¡¡¡Polo Norte!!! Sí, un pueblo a 11 millas de Fairbanks, que se llama “North Pole”.



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Y, claro, si llegamos al Polo Norte, evidentemente teníamos que entrar en él a través de la calle Santa Claus ;)



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Y una vez allí, gracias a que nos concedieron audiencia, visitar la casa de Papá Noel :)



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En la casa, además de cantidad de regalos, podíamos encontrar cartas de niños de todo el mundo que escribían a la dirección de la casa de Santa Claus y... cómo no, de sonido ambiente, villancicos,... En verano!!!

Allí pasamos la mañana, hasta que tocó volver a Fairbanks, y más concretamente al aeropuerto, pues empezaba una de las aventuras de este viaje (una más, por si no teníamos suficientes :) ). A la una del mediodía, cogíamos una avioneta de doble hélice para ir al norte de Alaska, adentrándonos en el Círculo Polar Ártico. En el avión vendrían también dos señoras de Nueva Zelanda, que estaban haciéndose un viaje por los Estados Unidos de bigotes, y una familia de Saint Louis, con cuyo padre, cubano, estuvimos charlando un rato. Casualidades de la vida, unos días después nos los volveríamos a encontrar camino a Seward :)
El viaje comenzaba, cuales Indiana Jones.


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El "loco" de la izquierda es un alaskeño de la zona, fijaos cómo vamos vestidos el resto de los mortales de la foto y él con bermudas, manga corta y sandalias -eso sí, con calcetines, que total, sólo está empezando el verano por aquí-. Y nos preguntábamos de qué estaban hechos los californianos. Bueno, al fin y al cabo si soportan el frío del su invierno, casi 10 graditos no debe ser nada para ellos.
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No, no os preocupéis por mi cara, todo fue perfectamente bien. El piloto tenía años y años de experiencia (por el aspecto, parecía el padre de Indiana Jones, muy auténtico, con sus guantes y su chupa de cuero) y, excepto por algún “bache” inevitable cuando sobrevuelas cordilleras (como las Brooks), el resto fue como la seda.
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La ruta transcurrió por lugares tan míticos como el enorme río Yukon, donde la fiebre del oro atrajo a miles de aventureros a finales del XIX y comienzos del XX, de la misma manera que a mediados del XIX se habían ido a California. Para bien y para mal, el oro trajo gente al oeste americano.

Después, sobrevolamos la cordillera Brooks y, cuando parecía que no terminaba nunca, aparecía una línea de tierra que nos predecía que habíamos llegado a nuestro destino. Un aterrizaje perfecto daba lugar a la travesía en coche.
El norte no es como nos lo imaginábamos. Es seco (el clima es desértico, aunque haga tanto frío en invierno), las temperaturas eran mucho más altas de lo que esperábamos a estas alturas. Yo lo veía más marrón y verde que blanco, para entendernos.

El pueblo donde aterrizamos se llama ColdFoot (Pie frío, bonito nombre ;-)). Bueno, he dicho pueblo porque lo es, pero realmente viven dos familias, y aunque sí es verdad que hay un restaurante, una oficina de correos y un hotel, no es exactamente lo que uno se espera de un pueblo.

Coldfoot fue fundado a comienzos del siglo XX como campamento base para la minería de oro. La historia cuenta que realmente fue un engaño por parte de un emprendedor avispado que dijo que en esa zona había gran cantidad de oro, para atraer a mineros y así venderles de todo. Cuando los mineros se dieron cuenta, se quedaron con "los pies fríos" (cold feet, en inglés), y se fueron por patas. Durante años, fue una ciudad fantasma, hasta que la construcción del oleoducto lo trajo de vuelta a la vida, con la parada de camiones más al norte de la zona. Los propios conductores ayudaron al iniciador de este proyecto a construir el restaurante, y ahora, como decía antes, hasta tiene hotel y correos.
Al aterrizaje, nos recogió Kara, una guía que nos llevaría a Wiseman. El camino se desarrolla a través de la autopista Dalton. Pero la realidad es que es una "autopista" de gravilla, creada para el trasiego de camiones que transportaban trabajadores y materiales para la construcción y mantenimiento del oeloducto trans-Alaska.

Durante el camino, pudimos ver el famoso oleoducto de Alaska, que transcurre entre el océano Ártico y el Golfo de Alaska, a través de casi 1.500 kilómetros de cordilleras montañosas, permafrost y fallas. Se puede ver porque en las partes en las que el oleducto transcurre por tierras permafrost (aquellas que están siempre congeladas), va por encima, para no dañar el suelo. Kilómetros y kilómetros de tubos cuyo diseño tiene en cuenta la variabilidad de temperaturas (durante el invierno es una milla más corto que durante el verano), y el respeto al suelo por el que pasa (los tramos en los que es visible, debido al suelo permafrost, su excavación afectaría dramáticamente a la fauna y aves autóctonas). Kara nos contó algunos datos curiosos del oleoducto, como que aunque tuvo un coste enorme, se amortizó a los tres días de utilizarlo, o que los pilares que lo sostienen están preparados para aguantar terremotos y cambios en la forma y tamaño del tubo, pues debido a las temperaturas, la longitud del tubo se contrae una milla del total de 800 millas. Además, su forma en zig-zag es debido a lo mismo.

También pudimos observar los árboles de la zona, muy diferentes a los de las películas de Hollywood. Como siempre, cuando una película se basa en Alaska… no se rueda en Alaska. Así ocurre con la serie "Doctor en Alaska. De la misma manera, casi todas las películas sobre Alaska se ruedan en la Columbia Británica, por lo que los árboles que se ven son pinos altísimos y perfectos, similares a los árboles de navidad. Realmente, el árbol típico es la Picea Negra, pequeña e inclinada por el esfuerzo del crecimiento en lugares tan difíciles. Era curioso ver “pinitos” que podían tener 90 ó 100 años. La foto representa lo que los alaskeños llaman un "bosque boreal".

También pudimos ver por el camino un alce.



Y llegamos a Wiseman.

Una aldea de 13 habitantes, inicialmente un campamento minero a comienzos del siglo XX, y que representa uno de los ideales humanos de la vida en la naturaleza salvaje. Conocimos a Jack Reakoff, un señor de unos cuarenta y tantos años que vio Wiseman por primera vez a los 5 años, y se fue a vivir allí a los 13. Desde entonces, ha vivido allí cazando, cultivando y siendo autosuficiente todo lo que ha podido.
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Es impresionante ver la fachada de su casa cubierta de calaveras de los animales que ha matado: lobos, zorros, caracayúes, patas de alce, … Jack se ocupó de contarnos su vida en este entorno.
Cómo utiliza la energía solar desde hace 20 años, para minimizar la necesidad del uso de generadores de energía (sólo lo requiere un 20% del tiempo, de media). Cómo aprovecha el frío natural de la tierra para no necesitar una nevera. Cómo sólo baja a Fairbanks una vez cada cuatro meses, un camino de 10 horas de duración en coche. Cómo el estado de Alaska requiere que haya 10 niños para proveer un colegio y un profesor, y cómo cuando se quedaron con ocho, no consiguieron convencer a ningún profesor con dos niños para que fuera a Wiseman; ahora, los tres niños que hay, reciben educación en casa; cómo no hay doctor, por lo que, con sus propias palabras, si alguien sufre un problema grave, lo más normal es que se muera, pues el tiempo medio de respuesta de los helicópteros de emergencia es de 4 a 5 horas; contó la historia de un vecino que se quemó de cintura para arriba, y consiguió sobrevivir gracias a que los guardas forestales llegaron para administrarle primeros auxilios hasta que le consiguieron trasladar al hospital. Cómo su mujer trabaja en el centro de atención a turistas de Coldfoot (algo que no conseguí entender… ¿centro de turismo en Coldfoot?), y el día anterior ella fue y volvió en bicicleta, un camino de 15 millas sin asfaltar, lloviendo, y viendo por el camino a alces y demás animales salvajes. Cómo en el verano se puede ir a tomar el sol a una parte abierta del río que pasa al lado de Wiseman, la única en la que los mosquitos no te devorarían. Cómo construyó una cabaña junto con sus dos hijos, para que aprendieran a valerse por sí mismos. Cómo su madre da un servicio religioso cada domingo a las 11 de la mañana en la casa de una de las mujeres más importantes del pueblo, hasta su muerte. Cómo Jack vende las pieles de animales por internet (porque tiene un Mac y se conecta por internet a través de una débil línea telefónica por radio), y colabora con agencias para turistas que quieren ver auroras boreales en el invierno. Cómo en su salón tiene colgadas las cabezas disecadas de un alce y de un carnero de Dall, y cómo tiene una foto en la que aparece en medio de la montaña nevada, con el carnero recién cazado, y cómo tuvo que bajar la montaña con su mujer llevando la parte delantera, y él la parte trasera del animal, por lo mucho que pesaba.

Se me olvidan otras cosas. Y no tuvimos tiempo de preguntarle, quizá, la cuestión básica. ¿Por qué? ¿Cómo es la llamada de la naturaleza tan fuerte que hace desechar prácticamente cualquier tipo de civilización y vivir allí, en medio del bosque boreal?





Pero no había tanto tiempo, tocaba volver al aeropuerto. Pasamos un momento por Coldfoot y cogimos la avioneta de regreso. La familia de Saint Louis no volvía con nosotros, pues nada más aterrizar, cogieron otra furgoneta que les llevaría de vuelta a Fairbanks, pero por tierra. 10 horitas de nada que les esperaban.
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Nosotros mientras, tuvimos la oportunidad de disfrutar del paisaje áreo y de las horas experiencia del piloto Chris :)

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Para finalizar, recibíamos el certificado de haber entrado en el Círculo Polar Ártico.
El día no terminaba ahí. A 5 millas de Fairbanks se encontraba el pueblo de Ester, famoso por su "Mamelote Saloon". Pero cuando llegamos, además de volver a constatar que aquí le llaman “pueblo” a cualquier cosa, el "saloon", y todo lo que le rodeaba, estaba más que chapado. Hemos llegado justo al comienzo de la temporada de verano, pero algunos sitios no abrirán hasta primeros de junio, incluso mediados.
Así que, sin poder entrar en un "saloon" con las puertas típicas, y pedir un vaso de leche para que los del pueblo se girasen y te mirasen mal… :)


Cogimos la autopista 3 de nuevo, pero esta vez al sur, para ir a nuestro siguiente destino: Denali, el parque nacional. Dos horitas y media de camino nos llevaban a la habitación de un hotelito de madera a cabaña donde pasaríamos las próximas tres noches, a escasas millas de la entrada del parque.
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La sorpresa fue al entrar y ver a dos alces comiendo tranquilamente en la zona.


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Pero lo que más nos sorprendía es que habíamos visto unos cuantos alces y ninguno tenía su típica cornamenta en forma de pala :-(
Resulta que se les caía. Se les cae después de la época de apareamiento para conservar la energía durante el invierno. En la primavera les vuelve a crecer y aunque es el órgano que más rápido crece en el mundo, su crecimiento lleva de 3 a 5 meses. Prácticamente, para cuando ya le han crecido, se le vuelve a caer... Lo mismito que el ciclo de la vida ;-)


Pero bueno, ya era más que suficiente por hoy. Mañana nos tocaba el primer día en el parque.

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